Con cierta frecuencia la sociedad chilena se impacta al conocer denuncias de abusos sexuales contra menores de edad. Los niños son víctimas de estos ataques en sus casas, en el colegio o en otros lugares donde nunca se creería podría ocurrirles algo semejante.
Según un informe estadístico de la Fiscalía Regional, durante los primeros tres meses de este año los delitos sexuales aumentaron en un 32,7 por ciento, ingresando 73 denuncias en comparación a los 55 casos consignados en el mismo período del año pasado.
Mayoritariamente las acciones son cometidas por parientes o cercanos a la familia, adultos que aprovechan esta cercanía y el poder -sustentado en el miedo- que ejercen sobre los niños.
Una excepción constituye la denuncia y posterior detención de dos sujetos adultos, que drogaron, abusaron y violaron a dos niñas de 13 y 14 años, a quienes recogieron de la vía pública en circunstancias que se encontraban bajo los efectos del alcohol y trasladaron hasta un domicilio en el barrio Prat donde consumaron el delito, en complicidad con una mujer mayor de edad.
Considerando las características que ha ido asumiendo la sociedad hoy en día, adquiere relevancia una educación sexual más temprana, orientada, principalmente, a que los niños puedan diferenciar actitudes que puedan ser dañinas para ellos por parte de personas conocidas o extrañas. Esta tarea recae, en esencia, en el sistema educacional.
Junto con lo anterior, a los padres les corresponde un rol preponderante. Por ello, deben prepararse para responder en forma adecuada y sin alarmarse de las inquietudes de sus hijos, pero, sobre todo, tienen que estar atentos a las señales que puedan entregar los niños, que permitan detener a tiempo un posible abuso sexual.
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